La Edad Media europea fue el marco de incontables movimientos dentro del cristianismo que pusieron en tela de juicio creencias consagradas por los Padres de la Iglesia. Uno de ellos, quizás el más importante, fue el catarismo, que arraigó en la zona de Languedoc, en el sur de Francia. Seguidores del Evangelio de san Juan y de las enseñanzas de Manes, los cátaros se consideraron herederos de un Jesús espiritual, no reconocieron reyes, obispos ni papas y mantuvieron una visión dualista del diverso, con dos principios antagónicos forjadores (luz y tinieblas, bien y mal). Considerados una amenaza, fueron perseguidos y exterminados por la primera cruzada organizada por la Iglesia, destinada a combatir lo que consideró una peligrosa y disolvente herejía